miércoles, 23 de septiembre de 2020

LENGUA Y LITERATURA - CARTILLA Nº 6

 CARTILLA N°6

Profesor: Saquilan Omar Maximiliano

Materia: Lengua y Literatura

Curso: 1° I

Fecha de presentación: 23/09/2020


El paratexto

El paratexto es, según Gerard Genette, “un aparato montado en función de la recepción” y constituye una guía de lectura que orienta al lector en el abordaje del texto. Metafóricamente, se lo considera como el umbral del texto ya que colabora con su comprensión al permitir hacer anticipaciones que serán luego ratificadas o rectificadas con la lectura del texto que es “rodeado”, delimitado e identificado por el paratexto. Los elementos paratextuales se clasifican en icónicos y verbales, y pueden ser elaborados por el autor, el editor o por ambos en conjunto. Los elementos icónicos son las fotografías, dibujos, mapas, diagramas, cuadros, el diseño gráfico y tipográfico, y también el soporte material del texto, es decir, el formato y el tipo de papel. Los elementos verbales de un libro están conformados por la tapa, contratapa, lomo, solapas, título, dedicatoria, epígrafe, prólogo, notas, referencias bibliográficas, epílogo, apéndice, glosario, bibliografía, índice, colofón y el ISBN. Por otra parte, una tapa de un libro combina elementos icónicos y verbales, que pueden distribuirse y vincularse de diferentes maneras. El paratexto varía según los ámbitos y los géneros y también puede funcionar como elemento identificador de los géneros discursivos. El paratexto de un artículo de un diario puede estar configurado por: volanta, título, copete o bajada, destacado y epígrafe junto a la foto. La volanta ubica al lector acerca de la temática que plantea el título. El copete o bajada expone lo esencial de la información y propone una continuidad de lectura con el título del artículo. El paratexto aporta gran cantidad de información que facilita la comprensión de los textos, por eso es fundamental conocer su utilidad para poder formular hipótesis, seleccionar datos establecer relaciones con saberes previos y vincularlos con otros temas.

Etimológicamente, “paratexto” sería lo que rodea o acompaña al texto (para = junto a, al lado de), aunque no sea evidente cuál es la frontera que separa texto de entorno. El texto puede ser pensado como objeto de la lectura, a la que preexiste, o como producto de ella: se lee un texto ya escrito o se construye el texto al leer. Pero ya se considere que el texto existe para ser leído o porque es leído, la lectura es su razón de ser, y el paratexto contribuye a concretarla. Dispositivo pragmático, que, por una parte, predispone –o condiciona– para la lectura y, por otra, acompaña en el trayecto, cooperando con el lector en su trabajo de construcción –o reconstrucción– del sentido.

Los elementos que integran el paratexto dependen del carácter espacial y autónomo de la escritura: bibliografías, índices, serían impensables en forma oral; así como la objetivación del mensaje, la distancia que supone la escritura, hace posibles notas y prólogos, en los que el propio autor analiza, critica, amplía o sintetiza su discurso. Además, los elementos del paratexto cumplen, en buena medida, una función de refuerzo, que tiende a compensar la ausencia del contexto compartido por emisor y receptor. Es el caso de muchas ilustraciones, y en particular de la gráfica (representación visual de la información en la superficie de la página). La comunicación escrita exige la puesta en funcionamiento de un dispositivo que asegure o refuerce la interpretación del texto que el autor quiere privilegiar. Ese dispositivo actúa, en buena parte, sobre el componente gráfico del texto, sobre su carácter espacial, reforzando visualmente el sentido, o bien superponiéndole un segundo mensaje, de naturaleza instruccional: lea A antes que B, lea C con más atención que B, lea X junto con Y. El texto escrito –impreso o manuscrito– busca evitar, por los medios a su alcance, los efectos del diferimiento de la comunicación. Pero no es esta, desde luego, la única función del paratexto.


Paratexto y texto impreso

Soportes móviles de la escritura Según Marshall McLuhan, “el libro Impreso creó el mundo moderno, ya que prolongó la voz y la mente del hombre y puso fin, psíquica y socialmente, al parroquialismo y al tribalismo en el espacio y en el tiempo” (McLuhan, 1985). Un libro es básicamente un formato, una disposición de palabras sobre papel, con una tipografía determinada. La propia palabra “libro”, en distintas lenguas, designa al soporte: “(...) Biblos, en griego, es la fibra interior de ciertas plantas, principalmente el papiro; liber, en latín, es la capa fibrosa situada debajo de la corteza de los árboles; etc. Si la invención de la escritura significó, para la palabra, la conquista del tiempo, la invención del libro lo fue del espacio, ya que confirió movilidad al escrito, primero bajo la forma de volumen (rollo de hojas de papiro), luego de codex (folios de pergamino cosidos), hasta asumir, con la llegada del papel a mediados del siglo XIII, una forma más cercana a lo que actualmente conocemos. Pero desde los primeros tiempos, el libro estuvo destinado a la venta. En las librerías de Atenas y de Roma, se vendían ejemplares copiados a mano por bibliógrafos o copistas. La copia a mano, ya fuera en los talleres (verdadero antecedente de las editoriales), ya, durante la Edad Media, en los monasterios, se extendió hasta el siglo XIV, cuando el acceso a la lectura de nuevos sectores de la sociedad implicó un aumento en la demanda de libros que la antigua técnica no podía satisfacer, condiciones que hicieron posible el salto tecnológico hacia la imprenta. A su vez, la enorme demanda de lectura por parte de una clase para la que no estaba pensado el libro fue una de las causas del desarrollo de los diarios. Evidentemente, el universo del texto impreso no se agota en el libro: desde antiguo, bandos y proclamas, hojas volantes (literatura de buhoneros), literatura “de cordel” (folletines), circulan, por distintos canales, más masivamente que el libro. Este es el destino de los periódicos, que irán capturando paulatinamente las apetencias lectoras de un público más extendido cada vez, independientemente de los vaivenes de la industria del libro.

De la mano de la imprenta, vinieron otras transformaciones en el circuito de publicación: por una parte, la especialización y la división del trabajo (con lo que se separaron funciones que hasta entonces habían estado concentradas: autor, editor, imprentero y librero). Se modificaron, así, las relaciones en el interior del sistema de producción, donde se da una división social del trabajo entre los trabajadores manuales, que se encargan de la impresión y no tienen responsabilidad en el contenido del producto, y los trabajadores intelectuales –escritores, periodistas y artistas gráficos–, responsables de la obra. Y también, en el caso del escritor, titular de su propiedad intelectual, dato que constituye la segunda modificación importante que se desprende de la división de funciones: junto con el crecimiento del editor como figura clave, se organiza la profesión de escritor, que empieza a exigir rentabilidad. Este proceso incide en la aparición de elementos paratextuales que hacen, por una parte, a estrategias de mercado y, por otra, a la progresiva institucionalización y legalización de las relaciones sociales en el interior de la producción cultural. El nombre de autor, el copyright, el colofón, el sello editorial, son marcas de este proceso, así como la innovación en el terreno de los formatos y las tapas constituyen las setíales de una ‘mercantilización” creciente de los objetos culturales. En este sentido, cuanto más avanza el imperio de lo audiovisual, más importancia asumen los componentes materiales e icónicos del paratexto. En cuanto el texto se hace público, deja de bastarse por sí mismo y reclama la puesta en juego de una estrategia orientada a “captar” y satisfacer las exigencias de ese receptor plural. Con el auge de la imagen, los textos impresos deben “entrar por los ojos” para poder competir en el mercado de las comunicaciones y el consumo cultural. El color y las técnicas de reproducción de la ilustración constituyen, por una parte, argumentos de mercado, que permiten al material impreso competir con los productos de la comunicación audiovisual, principalmente en algunas franjas, como los productos destinados al público infantil. Pero, por otra parte, es allí donde subsiste lo artesanal y, por lo tanto, el valor estético, que la cultura impresa sigue detentando frente a la masividad de la cultura audiovisual.


Actividad

 Realice una lectura atenta del material teórico

 Vea el siguiente video para reforzar lo leído https://www.educ.ar/recursos/129463/los-paratextos-en-el-libro

1) ¿Qué es el paratexto?

2) ¿Cuál es su función principal?

3) Investigue qué es el Peritexto y el Epitexto.

4) ¿Cuáles son los elementos del paratexto o paratextuales? Defina cada uno de ellos.

5) ¿Cómo incidió la imprenta en la aparición del paratexto?

6) Indique los elementos paratextuales de la siguiente imagen.


7) Realice un resumen del material teórico y cópielo en la carpeta.


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